El cuerpo de la nigromante yace ante vosotros. Parece que los mismos dioses han oído vuestra gesta, pues un rayo de luz aparece desde una reja en el techo de la estancia. Parece que ahora el mundo es un poco menos oscuro... aunque juraríais que ahora debería ser de noche, parece que las calles se han iluminado de golpe. No habíais reparado hasta este momento en esa salida al exterior, pero podéis salir por ahí sin problemas con una escalera que hay apoyada en una pared cercana. Mientras pensáis en las ganas que teneis de salir de este infierno, volveis a escuchar los llantos de la niña. Está en una pequeña jaula para perros y debe tener no más de un par de años de edad.  Junto a ella hay una pila de libros y unas notas en las que destacan las siguientes palabras: “Sylhana, plebeya sin apellidos, original de Mursabad, tronco racial mercante. Por alguna razón parece inmune a la maldición. No alcanzo a encontrar la sombra de su alma, hay un exceso de luz en ella. Debo hallar la forma de extirpar esta anomalía.”