Y así fue como concluyó la última aventura de los Cuatro Arcanos, que encontraron su tumba en la ciudad de Mursabad, así como otras tantas miles de almas. Los paladines redujeron la ciudad a cenizas y mal que allí germinó quedó sepultado para siempre junto con su historia. Aunque los paladines fueron despiadados, lo cierto es que salvaron los Reinos de un oscuro sino, pues la maldición parecía cosa imparable. Con los años, Mursabad sería un lugar olvidado y su triste historia moriría con aquellos pocos testigos que sobrevivieron a ella.

 

Antes de que las llamas devorasen los cuerpos de los Cuatro Arcanos, el joven paladín Nathaniel observaba. Sabía que no podría hablar a nadie de lo que ahí sucedió, ni del destino de estos héroes que habían tenido que morir de esta forma tan ingrata. Esta culpa recaería en su conciencia para siempre, pues aunque había contribuido a salvar el mundo no sentía gloria alguna en los métodos usados. De su mano estaba la pequeña Sylhana, única superviviente de Mursabad. Logró que Sigred la indultara prometiendo que daría su propia vida a cambio si esta resultaba maldita, ya que pudo sentir la luz de su interior. Y es que en los corazones llenos de luz se encuentra la esperanza del reino de Gholindia, que aunque caiga mil veces, siempre renacerá de sus cenizas.

 

Fin.